miércoles, 5 de octubre de 2011

Había algo raro aquella noche. Las palabras inundaban el aire, nacían dentro de cada uno de nosotros para acabar ahogadas en vasos vacíos. Cada sílaba se perdía, mezclada con el humo, moría sin ser pronunciada. La historia que tanto me gustaba relatar las noches de insomnio acabó cayendo en el olvido, los gatos que vagaban por las calles se quedaron sin saber el final, sus protagonistas dejaron de verse, dejaron de sentirse y no hubo forma de que volvieran a encontrarse. Sus corazones latieron juntos un tiempo, casi al unísono, pero acabaron creando cada uno un ritmo propio que no encajaba con el del otro. Hubo drama, pasión, música y calor. Hubo un par de heridos graves y frustración asfixiada en cada átomo de oxígeno. Se reinventaron, siguieron adelante y el resto se perdió con el tiempo. Las sonrisas vacías y los sentimientos sin nombre surgían de la nada cuando sus miradas se cruzaban, los demás observábamos cada gesto, cada paso, sentíamos el olor a quemado. Su pasado ardía en su interior. Era como ver una película que ya conocíamos, pero el final cambiaba cinco veces por minuto. Eran dos desconocidos que se conocían muy bien. Él era Don Nadie y ella era Cualquiera

No hay comentarios:

Publicar un comentario