miércoles, 20 de mayo de 2009
A veces da julepe abrir los ojos, porque por ahí lo abrir
y ves todo pata para arriba, y eso es lo que en verdad da miedo, los cambios.
Como un chico que juega a las escondidas tapándose,
los ojitos, creyendo que así no lo ven.
Uno a veces cierra los ojos, como si así fueran
a desaparecer los problemas.
Como si el muerto el cartero fueran a desaparecer
las cartas fuleras.
Uno se hace el perro que tumbó la olla, como si el dolor
que siente no existiera, uno detesta y ama, a esa
persona o a ese espejo que te canta las cuarentas.
Uno detesta y ama, a quien abre tus ojos.
Abrir los ojos tiene gusto a membrillo con queso,
es agridulce. Por un lado como que se pierde la magia,
pero por el otro, se sale del engaño.
A veces lo que tenemos que ver es tan horrible,
que tenemos que hacer la vista gorda y cerrar la tranquera y
vivir en una cajita de cristal.
Y otras veces la burbuja se pincha, no queda otra
que abrir los ojos, y mirar lo que no queremos ver,
el corazón se nos estruja y nos quedamos sin aire ahogados.
Duele abrir los ojos, es como salir de la oscuridad que la luz
te enceguece. Ojos que no ven, corazón que no siente, mejor
mirar para otro lado dicen, meter la cabeza bajo la tierra como hace la avestruz.
Pero para que algo cambie ahí que romper
la burbuja, hay salir de la cajita de cristal,
abrir los ojos y animarse porque aunque lo que
halla para ver, nos estruje el corazón.
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